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Miedo y Represión (página 2)



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Oligarquía. Es una forma de gobierno donde el poder político más eficaz corresponde a un pequeño segmento de la sociedad (por lo general los más poderosos, ya sea por la riqueza, el poderío militar, de la crueldad, o la influencia política). La oligarquía de la palabra griega para "unos pocos" . Algunos teóricos políticos sostienen que todas las sociedades son, inevitablemente, oligárquicas, no importa el sistema político en el que este regida. Las oligarquías están a menudo controladas por unas pocas familias poderosas cuyos hijos son están destinados a convertirse en herederos del poder de la oligarquía, los oligarcas prefieren seguir siendo "el poder detrás del trono", ejerciendo control a través de medios económicos. La oligarquía no concibe la movilidad social, los nuevos ricos no entran al círculo de los oligarcas, que defienden un linaje similar al de la nobleza. El estereotipo del oligarca lo muestra como un sujeto sin ética ni moral, dispuesto a incurrir en la corrupción y la violencia para mantenerse en el poder al considerarlo como un derecho adquirido. Parar los movimientos de izquierda representa sus demonios a vencer.

En un ensayo de Freud publicado en 1927 el Porvenir de una ilusión se refiere a que "la cultura humana muestra dos distintos aspectos. Por un lado, comprende todo el saber y el poder conquistado por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la naturaleza y extraer los bienes naturales para satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones necesarias para regular las relaciones entre los hombres y muy especialmente la distribución de los bienes explotados. Estas dos direcciones no son distintas entre sí; En primer término todos los bienes materiales están destinados a satisfacer necesidades más básicas; y en segundo, porque el hombre por sí mismo constituye un bien natural en cuanto a otro, por que este constituye un medio para satisfacer sus instintos. Pero además, porque cada individuo es virtualmente enemigo de su propia cultura, a pesar de reconocer su interés hacia la misma. Se da, en efecto, que aunque el hombre busca la filiación de personas de su misma especie, es decir no sabe vivir en aislamiento, siente como un sacrificio tener que soportar las exigencias de la civilización para llevar a cabo una vida en común. Así, pues La cultura tendrá que ser defendida contra el individuo y la respuesta a esta defensa constituye la creación de todos sus mandamientos, organizaciones e instituciones. Cuya función no es solo de mantener la distribución de los recursos naturales, sino también de defender de todos los impulsos hostiles de la masa. Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción. Luego no es aventurado suponer que estas dificultades no son inherentes a la esencia misma de la cultura, sino que dependen de las imperfecciones de las formas de cultura desarrolladas hasta ahora. Es fácil en efecto, señalar tales imperfecciones. Mientras que en el dominio de la naturaleza la Humanidad ha realizado progresos continuos y puede esperarlos aun mayores, no puede hablarse de un progreso análogo a la regulación de las relaciones Humanas. Podemos imaginarnos una era de las relaciones humanas donde se pueda ceder al yugo de la coerción y la liberación de los instintos y el disfrute de todos los bienes terrenales, algo así como el paraíso. Pero esto parece muy improbable. Parece, más bien, que toda civilización ha de estar constituida en base a la coerción y a la renuncia de los instintos".

Otro ensayo que apunta en la misma dirección de Freud es la expuesta por Nietzsche en su famosa genealogía de la moral. Nietzsche ataca el concepto de moral. Sostiene que el término "bueno" lo usaba la nobleza, que se la aplicaba así mismo para distinguirse de los plebeyos. Apreciaba su propia valía; el que no podía vivir a la altura de sus ideales y aspiraciones no podía ser considerado como bueno, por lo tanto era un ente inferior o "malo". Es decir toda acción que realizaban los plebeyos eran "malas", mientras que toda actividad que estuviera rodeada de clase y buen gusto era "buena". Nietzsche pretende con esto hacer una descripción histórica de lo que posiblemente ocurrió y adentrarse en la psicología de los personajes que lo iniciaron. Los plebeyos que no pudieron alcanzar el estilo de vida de la nobleza, empezaron a configurar el concepto de bueno y de malo. Pero ellos en un momento de la historia subvirtieron el statu quo. Según la moral de los plebeyos la visión noble de la vida, basada en el poder y en los valores de los guerreros, era malvada: los maltratados, los pobres y los humildes eran los buenos.

Nietzsche atribuye esta revalorización de la moral de los nobles a los judíos y la tradición cristiana la atribuye como el primer intento de los esclavos para reivindicar su propio marco de valores. Con el transcurrir de la civilizaciones hemos heredado esta condición sin que nos hayamos percatado de esto Nietzsche la moral no es algo determinado y para siempre. Más bien es una creación del hombre, así como por los intereses de los distintos grupos. En la metáfora de Nietzsche nos dice, "los corderos decidieron que las aves de presa eran malvadas, con lo que consideraron que ellos que eran lo contrario de las aves de presa, debían ser buenos". Es absurdo comenta, negar a quienes son poderosos la natural manifestación de su poder.

No parece tarea fácil conciliar estos dos pensamientos y darle cause a las pretensiones de nuestro trabajo en cuestión. Sin embargo, coincidimos en estas dos posturas en que la civilización podría ser el resultado de un hecho histórico que nunca se ha observado en el reino animal. A pesar de que algunas especies ya cuentan con una cantidad de años, millones en algunos -como el cocodrilo- que no ha presentado semejante viraje en su forma de vida. En cambio la transformación en el hombre transformó en muy poco tiempo su condición de salvaje a la del "ser". Pero no vamos a tratar de encontrar el hilo negro de la evolución humana, sino mas bien tomaremos como punto de partida al hombre ya establecido en sociedad, tal como lo estudian Freud y Nietzsche.

Como ya habíamos comentado en párrafos anteriores, cada cultura desarrollada en cualquier parte del mundo; llámese china, africana, rusa, india, alemana, norteamericana o mexicana establecen sus códigos de control y manipulación masiva. En todas estas sociedades existen poderes oligárquicos y de facto, que buscan a toda costa obtener primero el poder económico, político y social. Son esos pequeños grupos que siempre están dispuestos a emplear cualquier medio, licito o ilícito para conseguir sus objetivos.

No es difícil imaginar a estas alturas de la lectura que todas las instituciones creadas por la sociedad, llámese democracia, constitución política, gobierno, ejército, iglesia e instituciones educativas tengan como propósito fundamental el de coartar muchos de las acciones del hombre que por naturaleza tiene derecho a ejercerlas. Los instintos y las demandas de placer corresponden a esa condición natural del hombre que siempre pugna por ser satisfechas. Para esto es necesario instrumentar diversos métodos punitivos o de conciencia moral para mantener a raya estas exigencias.

En el caso particular que nos ocupa, como el de la inseguridad y sus efectos psicológicos en la población es digno reconocer que todo el planteamiento expuesto previamente posee todas las condiciones necesarias para sacar a luz las aberraciones que estamos padeciendo y comprender la verdadera razón de nuestro estado actual de cosas.

Podríamos echar una mirada retrospectiva a épocas anteriores a la nuestra, y analizar si este fenómeno de la inseguridad ha hecho presencia a lo largo de nuestra historia o es un fenómeno nuevo para nosotros. Y sí estos hechos ya los sufrimos anteriormente, cuáles fueron las condiciones que desencadenaron y las soluciones que se dieron a este problema.

Hasta ahora solo nos conformaremos con desarrollar nuestra tesis sobre la base de una escaza y sesgada información que contamos de nuestro pasado más inmediato y significativo, como es la cultura azteca.

Los aztecas era una sociedad impregnada de rituales religiosos y mentalidad bélica. Por lo que su sistema de gobierno era teocrático-militar. Así, la unificación religiosa antecedía, completaba o correspondía a la unificación política. Con diversos nombres, en lenguas distintas, pero con ritos y significaciones cada vez más parecidos entre sí. Las divinidades agrarias, los dioses del suelo, de la vegetación y la fertilidad, como Tlaloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcoatl-convivian en un mismo culto. La característica más sobresaliente de la cultura azteca antes de la conquista era la ferviente especulación teológica, que refundía, unificaba y traslapaba todo tipo de creencias provenientes de varios pueblos y de los suyos.

Por ejemplo en Xochimilco, al sur de la Ciudad de México se
encontraron los restos de un niño de tres a cuatro años cuyos
huesos presentaban una coloración naranja o amarilla traslúcida;
texturas tersas o vítreas, y compactación del tejido esponjoso,
además de estrellamiento del cráneo. Dado que después
de sacrificarlos los mexicas solían hervir algunas de las cabezas, los
arqueólogos concluyeron que el cráneo fue hervido y que se estrelló
debido a la ebullición de la masa encefálica.

En Tula, los toltecas asociaban la práctica de sacrificios
humanos a la veneración de Tezcatlipoca. En la mitología
mexica, a partir de las reformas de Tlacaélel el sacrificio
era el recurso humano para salvar al universo de su destrucción, asegurando
la supervivencia del sol, y con ello la vida misma. Un ciclo de 18,980
días se repetía cada 52 años, al término del cual
el «Quinto Sol» (Nahui Ollin) corría el riesgo de extinguirse
para siempre, y la tierra de ser dominada por seres de la noche. Un enemigo
debía entonces ser sacrificado en el monte Huixachtépetl para
hacer brotar el fuego nuevo, después de lo cual sangre y corazones
humanos debían, periódicamente, nutrir al dios en los siguientes
52 años. La práctica servía también a una estrategia
de dominación: garantizar los privilegios de las clases dominantes.

La conquista de México seria inexplicable sin estos antecedentes. La llegada de los españoles representaría para los pueblos oprimidos por los aztecas una liberación del yugo impuesto por ellos. Los pueblos sometidos serian los que iniciaran el movimiento de rebelión contra la tiranía de su gobierno.

Los testimonios de algunos escritos españoles e indígenas nos muestran una mezcla muy compleja y contradictoria de la forma en que estos dos pueblos tuvieron que compartir. Sin embargo, existe una constante en sus narraciones. La violencia de los españoles sobresale de las demás acciones humanitarias que estuvieron destinadas a la protección de los aborígenes. Los intereses supremos de la monarquía avasallaban con cualquier buena intención que surgiera por parte de los clérigos.

Los españoles no acabaron con los aztecas porque necesitaban mano de obra para poder explotar la materia prima que extraían de las minas o el campo. Así, como en actividades domesticas y de esclavitud.

A pesar de que los españoles sometieron a los indígenas a toda clase de vejaciones y violaciones, ellos supieron integrar a su cultura muchas costumbres de los conquistados, creando así un sistema de unidad política y social. De ahí se explica que en poco tiempo lograron consolidar sus colonias.

La iglesia por su parte cumplió un papel muy importante en ese proceso de colonización, a través de la evangelización, el bautismo y la asimilación de costumbres indígenas a la religión cristiana. Aunque después se haya convertido en el principal promotor de condenas y castigos aquellos que no la profesaran.

Además del sistema de control que ejercía la iglesia sobre los indígenas, también encontramos otro método de abuso y explotación que consistía en la encomienda. Los indios tenían la obligación de pagar tributo a la corona por su condición de vasallos. Desde 1521 a 1720 los españoles dispusieron libremente de la mano de obra bajo este régimen pretextando de que los indios eran como niños y que no sabían cómo administrar las riquezas.

Cada conquistador recibía una tierra con habitantes indígenas que le debían obediencia y el español debía evangelizarlos. Los primeros virreyes de la Nueva España implantaron esta medida como medio de mantener el control de los conquistados y como método tributario a la monarquía española.

Durante los 300 años de dominación española sobre los indígenas mexicanos, surgió una nueva casta de ciudadanos habitantes de la nueva España. Los criollos y mestizos pertenecían a un estatus inferior a los españoles peninsulares Estos ocupaban los mejores puestos, tenían mayores privilegios y estaban considerados como ciudadanos nobles. En cambio los indios, mestizos y criollos padecían de discriminación y menos posibilidad de oportunidades en todas las áreas de acción social.

El descontento generalizado por parte de los habitantes de la nueva España no se hizo esperar y entre los años de 1800 a1810 se empezaba a gestar varios movimientos tendientes a la creación de una nueva nación libre del yugo español. La independencia de la nueva España fue inspirada principalmente por los ideales de la revolución francesa de libertad y soberanía. Aunada con estado de sofocación que cada día era más insoportable por los altos impuestos que exigía la corona debido a la invasión francesa. Tuvo como desenlace final la gesta independentista por parte de los personajes ya conocidos por todos mexicanos.

Una vez instaurada la república con Iturbide, al perecer la Nueva España y nacer México, el problema político central fue recuperar la unidad y construir el sentido nacional. En 1821 México era una sociedad rural que si bien compartía la religión y en menor medida la lengua y los valores, las relaciones entre sus miembros provenían del viejo régimen colonial y eran de explotación, lo que había resultado en una distribución muy inequitativa de la propiedad, la riqueza, los privilegios y el poder político. En una situación tan poco propicia para construir una nación, no tardó en cristalizar una profunda división entre las élites. Esa división se ahondó hasta desembocar en una lucha civil sin cuartel –la Guerra de Reforma- que retardó el dar forma a una estructura política adecuada. Todo lo anterior terminó por ser un caldo de cultivo ideal para uno de los males de la época.

El México independiente mantuvo el marco legal colonial para hacer frente al bandolerismo pero lo complementó con medidas provisionales que buscaron frenar un problema que creció hasta desbordar a todos los niveles de autoridad. Y ese marco legal se mantuvo hasta que en 1871 el gobierno de Benito Juárez pudo hacerle una revisión de fondo y ponerlo al día. En 1823, la creciente inseguridad en el vital camino México-Veracruz, llevó a una escalada en las medidas temporales contra el crimen. Entonces se le dio poder al ejército para arrestar y procesar a los salteadores de caminos. Los militares podían proceder directamente contra las cuadrillas sin necesidad de la intervención de un juez. En 1825 se abrió en la Ciudad de México una prisión exclusiva para salteadores, pero ahí el problema fue la venalidad de los jueces, de los carceleros y de todos los que podían lucrar con los prisioneros, que podían ser criminales reales o ficticios. En 1829 se permitió que la autoridad militar sentenciara directamente a los acusados de robo y bandolerismo a trabajos forzados, a ingresar a la Marina o a ser deportados a las Californias. Fue durante el Porfiriato que el bandolerismo, aunque no el crimen, dejó de estar en el centro de las preocupaciones de las autoridades y la sociedad. El cambio se debió a que la unidad de la clase gobernante derivó en el fortalecimiento y relativa profesionalización del aparato de seguridad pública, en nuevos medios de comunicación –el ferrocarril- y el crecimiento de la economía. Sin embargo, en cuanto esa unidad de la élite se vino abajo como resultado de la caída del Porfiriato en 1911, el problema reapareció, aunque esta vez tomó menos tiempo -no menos dureza y represión-, restaurar la unidad política y el orden. El nuevo régimen no sólo rehízo la cohesión política a un nivel superior al del antiguo, sino que, por primera vez, intentó atacar las causas sociales del crimen en gran escala. Sin embargo, al declinar el régimen post revolucionario a partir de los 1980, el problema volvió a presentarse, pero esta vez con un rostro más duro, más brutal, más sádico. Hoy no se ha requerido de una nueva guerra civil para debilitar al gobierno, se está desmoronando desde dentro por su impericia, corrupción y rapacidad. Con el narcotráfico, la fuente principal de recursos de los criminales organizados ya no es la sociedad mexicana misma sino la norteamericana. Sin embargo, se conservan rasgos centrales del pasado: muchos de los criminales antes fueron soldados o policías, siguen siendo jóvenes, reclutados de esas clases populares que carecen de educación y futuro. Su desprecio por la autoridad se nutre de las mismas razones del pasado y una parte de la sociedad plebeya gusta de los corridos que los pintan de manera positiva. La imagen externa de México vuelve a asociarse con la inseguridad y lo fuera de la ley. Finalmente, hoy como ayer, la represión es la respuesta favorita de la clase gobernante porque el cambio social se mantiene fuera de su visión. En conclusión, por lo que hace al crimen en gran escala y dispuesto a sostener su reto al orden establecido, pareciera que el México de hoy es el ayer y, en parte, por las mismas y añejas prácticas monopólicas y represivas.

Viendo el incremento Exponencial de la inseguridad y las medidas que intenta el Gobierno para solventar el problema, nos da la impresión dado el análisis que hemos estado planteando, que México volvió a la época de los sacrificios mexicas, a la encomienda, la inquisición española y las medidas de represión en la reforma y el porfiriato Todos estos regímenes totalitarios no han hecho sino extender y generalizar por medio de la fuerza o la difusión de sus ideales monopólicos someter a los hombres al imperio de su voluntad.

En la actualidad todo esto lo podríamos traducir sin temor a equivocarnos como un sistema capitalista donde su propósito fundamental es la propaganda y la acción totalitaria- así como el terror y la represión- todo esto obedece al mismo sistema.

La propaganda infunde verdades a medias -López obrador es un peligro para México-Voy a ser el presidente del empleo– Ya se retiró el ejército de Afganistán-por decir algo. El terror obedece al mismo principio. La persecución empieza contra grupos aislados- razas, clases, disidentes, sospechosos-, hasta que gradualmente alcanza a todos. "Nosotros somos los buenos y ellos son los malos". "La corrupción empieza por la casa", Eres un padre pirata, ¡que le estas enseñando a tu hijo¡"etc…

En teoría la democracia es un modelo de gobierno donde los gobernados tienen el derecho de quitar a los gobernantes, cuando éstos no cumplan con el pueblo, pero también significa una forma de vida y no sólo un régimen económico. Sin embargo, lo anterior no existe en la realidad, sino solamente en el imaginario de la clase política que hoy mal gobierna al país

No se puede hablar de democracia donde las instituciones de la República, de la cosa pública, de lo común, son secuestradas y sitiadas por la policía y el Ejército. Esta sociedad está fundada en el dinero, los salarios, la explotación, la mercancía, el éxito, el poder por el poder y la acumulación desmedida de la riqueza, y lo humano se considera un medio para alcanzar lo anterior, cuando esto último debería constituir el fundamento de la existencia…

México vuelve a invocar el fantasma de la inseguridad
y el atropello, hoy como ayer, la represión es la apuesta favorita de
la clase gobernante porque el movimiento social y la distribución justa
de la riqueza se mantienen fuera de su visión. En conclusión,
por lo que hace al crimen en gran escala y dispuesto a sostener su reto al orden
establecido, pareciera que el México de hoy es el de ayer.

 

 

 

Autor:

José González Guzmán

Partes: 1, 2
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